jueves, 6 de enero de 2011

Carta Pablo Arcent

RESPUESTA A BERTRAND CHAVARRÍA Y OTRAS CONSIDERACIONES GENERALES


¡¿Cómo considerar "impertinente" una iniciativa así, Bertrand?! ¡Ni muchos menos! Excelente propuesta la que nos brindas a través de este blog. Muchísimas gracias.


En mi opinión, aunque en absoluto descartable como producto final, más que articular en primera instancia una protesta formal (que, ante la gravísima situación de precariedad económica global, simplemente se sumaría a los cientos de protestas particulares y multidireccionales en cualquier otro 'sector' agraviado y a cuya atención presumiblemente se le aplicarán implacables filtros y delays basados en escalas de "prioridad social" perfectamente aposentadas en cualquier inconsciente colectivo), más que esto, digo, me quedo muy especialmente con ese sentido de "sensibilización" social hacia el que apuntas. Creo que, entre todos, desde la herramienta concreta de un blog público, podríamos hacer un importante esfuerzo de reflexión y transmisión basado en aportes, en principio, individuales, si bien destinados a irse 'entrelazando' mutuamente hasta conformar un estado de la cuestión suficientemente rico, complejo y plural, lo que acaso equivale a decir: un modelo suficientemente amplio y realista del estado de cosas. Y ese 'feedback' al que te refieres actuaría, así, al menos en tres direcciones:


1. hacia cada uno de nosotros como casos particulares del problema y más 'decisivos' en su solución de lo que pueda parecernos (a veces y, a día de hoy, difícilmente encasillables ya en cualquier tipo de identidad gremial de corte tradicional); es decir, influyendo en nuestras propias conductas y posicionamientos artísticos personales, dotándolos (aunque sólo fuese por confrontación mutua) de la suficiente apertura de miras.


2. hacia una nueva "identidad" grupal (trans-individual) emergente, consecuencia directa del diálogo cooperativo y la discusión compartida- que sin duda nos entrelaza y robustece: nos vuelve verdaderamente simultáneos y mucho más relevantes en el plano social. Esta identidad, sea lo multiple, líquida o compleja que se quiera, y no necesariamente fundada en la idea tradicional de "compositor de música", puede dar lugar a fructíferas asociaciones y multitud de actividades de naturaleza cooperativa (también en el orden trans-disciplinar) con amplias consecuencias a nivel práctico.


3. radiando hacia cualquier tipo de público que pueda resultar así 'sensibilizado' por todo un estado de cosas narrado en plural y de primera mano; estado que, formulado y transmitido con el suficiente detenimiento, pienso que debería apuntar mucho más allá de aspectos puramente institucional-presupuestarios de orden práctico, inmediato, coyuntural: en este sentido, probemos a pensar a medio y largo plazo, seamos algo más ambiciosos y, ante todo, no dejemos nunca de pensar artísticamente (o, de lo contrario, seríamos directamente eclipsados/ sepultados por sectores mucho más robustos socialmente, aquellos más fácilmente catalogables como "prioritarios" a igualdad de condiciones o derechos de protesta).


Más allá de la mera protesta "sectorial" articulable desde una supuesta 'música-de- creación', siempre -y a mi juicio- en un anacrónico intento de mimetizarse más bien torpemente con sectores industriales y económicos al uso (en ese sentido aún "gremial-artesanal", insisto, propio de épocas artísticas más que superadas), más allá de todo ello deberían prevalecer cuestiones que en los tiempos presentes tienden a despreciarse o soslayarse, cuando no a temerse. Hablo de cuestiones e interrogantes de orden teórico ampliamente crítico. En este sentido -y es visión muy personal- existe un gigantesco vacío teórico así como un cierto "vértigo" a la hora de 'detenerse' colectivamente en aspectos fundamentales, subyacentes o sin consecuencias prácticas palpables a más o menos corto plazo. ¿En qué medida la genéricamente denominada "música contemporánea" forma a día de hoy parte viva de la sociedad? ¿Cuál es su impacto real y cuál su punto específico de inserción, su relevancia en los tiempos presentes (y no hablaríamos tanto en términos de "audiencia" potencial como en términos prácticamente ontológicos -habría que considerar, por supuesto, un sentido altamente expandido y puesto al día del término, imposible de desarrollar en estas breves líneas-)? ¿Qué vuelve a la música- de-creación algo auténticamente "irreemplazable" como actividad humana a día de hoy? o, por el contrario ¿resulta dicha música acaso "reemplazable" por otro tipo de expresiones artísticas híbridas considerablemente más amplias y aglutinantes, más o menos silenciosamente emergentes y que, de algún modo, subsumirían a lo musical tradicional? ¿hay alguna evidencia a favor o en contra de que esto último se esté produciendo y sea ya un hecho más o menos constatable?


Quiero ser a partir de ahora algo más concreto (en un primer comentario que acaso podrá ser tachado de poco práctico por excesivamente abstracto) y espero que nadie se sienta molesto, pues no es sino una afectuosa invitación a la autocrítica. Pienso que cualquier tipo de solución relevante pasa por nuestra propia transformación individual como artistas, creadores, músicos o lo que se considere cada cual (mera cuestión de nombres y etiquetas que no necesariamente coincidirá con la percepción última ofrecida a la sociedad). No sé quiénes estarían dispuestos a asumir algo así, especialmente una vez conquistado y establecido un cierto 'prestigio' personal fundado sobre criterios, circuitos y valores "disciplinares" que nadie puede asegurar que sean perennes o que no hayan caducado ya a día dehoy... (por más que puedan ofrecernos una cierta 'ilusión' de perdurabilidad)...


Desmantelamientos (CDMC, Liem) como el que experimentamos en estos meses a escala local (nacional) no deberían ser contemplados como situaciones a revertir sino más bien como oportunidades para transformar más o menos radicalmente el orden de las cosas, incluso nuestra propia concepción disciplinar de lo musical. La música es -acaso sigue siéndolo- un arte medieval, eminentemente sacro (con cierta propensión natural a la "creencia" y al "sermón" unidireccional), orgulloso- de-sí (probablemente sin falta de gloriosos motivos históricos para ello), hermético y, tantas veces, 'ciego' a su propio exterior artístico y social -cuando no directamente "despreciativo" con él-, lo que a la larga la vuelve torpe e insuficiente en un cosmos socio-artístico que fuese contemplado a gran escala (¡hay vida más allá de la música! y lo afirma alguien que perfectamente podría sentirse "músico- contemporáneo" en el sentido más específico y superespecializado del término).


La respuesta pasa por el incremento, la multiplicación exponencial de cualquier forma de sensibilidad, inteligencia y creatividad, también por un permanente autocuestionamiento de la propia naturaleza 'disciplinar' de lo musical. ¡Las soluciones se inventan, las catástrofes invitan a la invención, a la transgresión de límites, a la más alta creatividad! En cualquier época ha sido así y la nuestra no va a ser ni mucho menos excepción. Más que en la política, las soluciones acaso residan en actitudes artísticas específicas (a escala individual y trans-individual), en 'posicionamientos' y, por supuesto, en las propias obras e ideas que de todo ello vayan brotando. Sinceramente, creo que hay una inteligencia, un cierto tipo de "inteligencia" que comienza a faltar de modo muy preocupante en la mayor parte de la auto-llamada 'música-de-creación'.


Por supuesto, la acción política y un cierto grado de protección institucional se hacen aconsejables (no me atrevería a decir "imprescindibles"). Pero, en este sentido, pienso que la auténtica MÚSICA-de-creación (por amplio que pueda ser su espectro estético) estaría más próxima -en términos de inversión social y planes de acción política- a la "alta investigación", a los recursos sociales de orden puramente "cognitivo", que a un cierto sentido más o menos nebuloso y escurridizo de "expresión artística" en el que la llamada "música contemporánea" (con todo ese lastre ceremonial e instrumental excesivamente aparatoso, tributario de su propia tradición) no tendría ya la más mínima opción de supervivencia.


Pero, insisto, todo esto sólo podrá quedar ampliamente al descubierto si cada uno de nosotros accediese a posicionarse individualmente ante los demás sin temor ni reparos, con un cierto detenimiento, sin impaciencias y, ante todo, con optimismo en que las más variadas soluciones son y serán posibles (incluso simultáneamente!) y dependen en gran medida de cada uno de nosotros, de nuestra propia actitud.


Ante todo, creatividad, alta creatividad tanto en el plano individual como en el trans-personal. También una cierta alegría -prudente, si se quiere-. Nuestros recursos y herramientas son hoy formidables. Nada tendría por qué estar, ni mucho menos, perdido.


afectuosamente, Pablo Arcent

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